02-06-2016
Fiesta del Sagrado Corazón
Queridas hermanas:
Cada año, la fiesta del Sagrado Corazón nos reúne como familia de hermanas, y como familia ampliada, para celebrar y profundizar una vez más en el amor de Dios que nos ha reunido y con el que nos ama a cada una, y para renovar nuestra vivencia del amor del Corazón traspasado de Jesús que se derrama en nuestro mundo.
Como preparación para nuestra fiesta, quisiera invitarlas a cada una, y a todas en conjunto, a entrar en la dinámica del Corazón Abierto, preparando nuestro espíritu, nuestro corazón y nuestro deseo para vivirlo y recibir sus frutos.
Mente abierta
Un aspecto de la apertura de nuestro espíritu consiste en crecer en la comprensión de la realidad de los demás. Podemos abrir nuestro espíritu ampliando nuestra conciencia de lo que está modelando nuestro mundo en un contexto diferente al nuestro.
El resultado del sufrimiento incesante y de la inseguridad de la gente que vive en zonas desgarradas por la guerra, de las familias desplazadas, de los niños que crecen en un ambiente de miedo o de inseguridad de muy diversas clases. La lucha por crear y mantener sistemas sociales y económicos que permitan vivir a todos. Los esfuerzos llenos de confianza para relacionarse en paz, para aprender a construir juntos el mundo que anhelamos. Podríamos preguntarnos cómo comprender mejor los factores que, con mayor o menor resultado, ayudan a suavizar el sufrimiento y a construir la paz y la vida para todos.
Podríamos elegir estudiar o profundizar algún aspecto de la realidad del mundo hoy, de algún signo del futuro que nos llama a ir hacia adelante. Necesitamos comprender mejor dónde y cómo se desvelan fronteras donde la vida se asoma: el medio ambiente, la economía, la salud, el arte, la psicología, la política, la educación, los movimientos migratorios, las religiones… Nadie puede abarcarlo todo, pero podemos ayudarnos unas a otras a ver mejor y a comprender más las relaciones en lo que está sucediendo en nuestro mundo, para estar abiertas a las realidades de nuestro futuro actual y que emerge.
Corazón abierto
En el centro de nuestro carisma está la llamada a manifestar y encarnar el Corazón abierto de Jesús, que acoge e incluye a todos, y a vivir el Corazón traspasado de Jesús, que abre nuestro ser a la profundidad de Dios y al dolor de la humanidad (Constituciones, n. 8). Mientras conocemos las realidades en las que viven nuestras hermanas y hermanos, los deseos de sus corazones y las maneras en que viven el evangelio de Jesús, abramos nuestro corazón a sus alegrías, a sus sufrimientos, sus temores y sus sueños.
¿Qué significa, qué se siente, al acoger en el corazón la experiencia de otros distintos? ¿Qué despierta en mí alegría, compasión, entusiasmo por la vida? ¿De qué maneras se dilata mi corazón? ¿Hay algo que me resulta duro acoger? Pidamos crecer en amor a todos, con la atención y el cuidado del Pastor en las lecturas de la fiesta de este año, y con la amplitud del Corazón de Dios que sostiene y abraza todas estas realidades.
A veces la apertura del corazón sucede a través de la herida. Ojalá que permitamos que nuestros corazones sean traspasados por la experiencia de los demás, por el sufrimiento del mundo en que viven o por los desafíos que como Sociedad del Sagrado Corazón afrontamos al intentar vivir hoy nuestra misión de amor de Dios. ¿Dónde me siento permitiendo que mi corazón sea traspasado por la experiencia y el contexto que viven otros? ¿Dónde experimento resistencia a esta herida? Pidamos la compasión del Corazón traspasado de Jesús y la fuerza interior y el amor que le capacitaron para estar presente donde tiene lugar la herida del corazón.
Nuestra fiesta nos dice que las aguas de la vida brotan del Corazón abierto y traspasado de Jesús. Acojamos en nuestros corazones las formas en que la vida está brotando alrededor de nosotras, donde las aguas de vida rebosan o fluyen a raudales en nuestro mundo y más allá de él. Las invito a dedicar tiempo a acoger en sus corazones el futuro que está brotando a nuestro alrededor, en nuestro mundo. Caer en la cuenta de donde experimento apertura, quizás porque el futuro parece interesante o atractivo, o porque estoy atenta a nuevas relaciones y atraída a responder con amor. Reconocer también cuando siento que mi corazón se encoge, quizás debido a que el futuro parece temible o amenazante, o porque siento indignación o impotencia ante desafíos enormes. Aceptar cuando siento la herida de una visión del mundo que he mantenido, consciente o inconscientemente, y que ahora necesito cambiar. Pedir seguir creciendo en un corazón enraizado en el amor y abierto a la vida a medida que voy avanzando hacia el futuro que brota.
Voluntad abierta
Queremos responder a Dios y al mundo con todo nuestro ser. El designio de Dios y el sueño del mundo de Dios siguen motivándonos, y continuarán dando forma a los modos con que elegimos responder, teniendo en cuenta el contexto de nuestras realidades presentes y futuras. También queremos desarrollar las actitudes que nos den la apertura y la sabiduría, la libertad y el valor para hacer las elecciones que estemos llamadas a hacer.
Alimentemos la libertad interior y la confianza profunda para que el miedo a lo desconocido o al futuro no bloquee nuestra apertura a la vida y a las llamadas que están brotando. Cultivemos la sensibilidad y la perspicacia para reconocer el futuro que viene, el futuro que Dios nos revela. Afinemos nuestro espíritu y nuestro corazón para ser clarividentes; para ser capaces de discernir bien las elecciones que tenemos que hacer a la luz de las realidades que se nos presenten; para discernir las elecciones que tenemos que hacer para vivir mejor nuestra misión en este contexto que emerge. La segunda lectura de la fiesta de este año nos asegura “que el amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones por el Espíritu Santo que se nos ha dado” (Rom 5,5). Confiemos en que el Espíritu ha sido derramado en nuestros corazones y que con su creatividad y su energía quiere crear por medio de nosotras algo del futuro.
Pidamos tener el espíritu de nuestras muchas misioneras y de aquellos que nos han abierto nuevas fronteras, los que han ido delante de nosotras y los que viven entre nosotras. Pidamos que se nos den espíritus y mentes como las suyas, abiertas a la vida que descubrieron en contextos y culturas diferentes de las propias; corazones sensibles, conmovidos y atraídos por los de las personas que llegaron a conocer y los compromisos asumidos, descubriendo y creando modos de vivir el carisma y la misión en nuevos escenarios. Que su espíritu y su oración nos inspiren especialmente en este momento.
Contamos con vuestra oración por el próximo Capítulo General donde discerniremos nuestras próximas respuestas al Espíritu de amor que nos conduce hacia el futuro que brota.
Con cariño y oración,
Kathleen Conan rscj
Superiora general
Roma, 3 de junio de 2016
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